—A ver, ¿cómo te lo diría? A veces, cuando te miro, me da la sensación de que estás luchando con todas tus fuerzas contra algo y que lo haces por mí. Y, entonces, es raro, pero me siento toda sudada, como si estuviera en tu lugar, ¿me entiendes? Tú pareces siempre tan sereno, pase lo que pase, como si nada tuviera que ver contigo. Pero, en realidad, no es así. Tú, a tu manera, estás luchando con todas tus fuerzas. Aunque a los demás no se lo parezca. Si no, no hubieras bajado al pozo, ¿no es así? Pero no hace falta decir que no es por mí por quien luchas a brazo partido con esa cosa asquerosa, sino para encontrar a Kumiko. Así que no hay ninguna razón para que yo sude de esta manera, ¿verdad? Eso ya lo sé, pero a pesar de todo, tengo la impresión de que también luchas por mí. Al mismo tiempo que luchas por Kumiko, quizá lo hagas también, a la vez, por otras personas. Por eso a veces pareces tonto. No sé, me da esa impresión. Pero ¿sabes, señor pájaro-que-da-cuerda? A veces, cuando te veo, me pongo nerviosa. Es que no tienes ninguna probabilidad de ganar. Si tuviera que apostar mi dinero, me sabe fatal, pero lo apostaría a que pierdes. Me caes súper bien, pero no quiero arruinarme contigo. 

May K.
Crónica del pájaro que da cuerda al mundo.
HARUKI MURAKAMI

Toda la vida, toda la noche, todo el tiempo.

Todos los ojos, todas la caras, todo el cuerpo.

Todo el que mira, todo el que ocurre, todo el que encuentro.

Todos me miran, todos rehuyen, todo lo pierdo. 
Extraño a mi abuela. Cuando pienso en esto me refiero a las dos.
La recuerdo muy bien y me gusta hablar de ella porque no entiendo dónde está.

Abro los ojos y miro al pasado. Recuerdo cada día un poco más y me encierro en su mundo mientras hablo. Es inevitable, quiero llorar. 

El que me fue un recurso tan poco digno es ahora lo que me queda de un tiempo al que sólo rescato a mi abuela. 

siamo